18 febrero 2005

RELATO DE SARA SOLER

GRAVEDAD
“I’m on top of the sunand
I could see
all the ways the gravity turns on you and me”
Embrace.
Nada le fue bien esa mañana. Llovía, su jefe le reprendió por no entregar el informe a tiempo, la casera le anunció el aumento del alquiler de su piso. Odiaba a la lluvia, a su jefe, a la casera, a las flores marchitas del jardín de enfrente, al quiosquero. A todos. Y, un día más, tendría que seguir frente a la anodina pantalla del ordenador llena de cifras y listados sin sentido, al menos, para ella.
Se quedó mirando por la ventana con un despiste mayor que sus infinitas ganas de esconderse en la cama y no volver a salir jamás de ella. Siguió el curso de una gota que caía en el charco y cómo una carpeta llena de folios se estrellaba contra este. Todo mojado. Un hombre de su edad se agachó maldiciendo a recoger el trabajo de meses echado a perder. “Mierda”. “Otro como yo. Nada bueno puede ocurrir hoy”.
Sonrió ante la desgracia ajena, el placer de no verse en esa situación. Una curvatura de la boca que desapareció al ver entrar al hombre, malhumorado y empapado, en la oficina. Un “buenos días” lleno de rabia, puro formalismo. Una respuesta del mismo estilo, para que aquella mañana siguiera siendo gris para todos. “Traía el manuscrito de mi último relato, pero se me ha mojado, lo siento”. Sólo se estaba disculpando ante él, por inútil.
Ella lo miraba despacio, con atención, observaba los movimientos enfadados y nerviosos de quien ha rematado ya su esperanza. “No se preocupe, aún tiene tiempo por delante”. Le sirvió un café de máquina descafeinado y aguado para que entrara en calor. Él confundió la lástima de ella con cariño maternal. Volvió a la mesa y, torpe ella, lanzó el café sobre el teclado del ordenador. “Ahora ya somos dos los que hemos perdido el trabajo de días”.
“Creo que será mejor que vayamos a tomar un café al bar de la esquina. Allí, al menos, los camareros son eficientes”. Al salir de la oficina había dejado de llover y no hacía tanto frío. Por fin se habían quedado sin excusas para estar juntos. “Está visto que hoy la gravedad se ha puesto de nuestra parte”, dijo él. Ella asintió tímida y pícara.

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