01 junio 2012

Y los sueños, sueños son...

Martin Luther King dijo en su más famoso discurso: "He tenido un sueño..." y ese sueño ilusionó a millones de afroamericanos.

Yo también tengo sueños, pero estos no ilusionan a nadie. Mientras sueño cada noche, la vida se muestra tan diferente a la realidad, que el hecho de despertar parece la verdadera pesadilla. Sueño con todos los deseos acumulados en mi mente y que, en la vida real, no se producirán nunca con casi total seguridad.
En mis sueños viajo a lugares maravillosos con amigos a los que adoro. Soy libre, sin las terribles ataduras que me mantienen presa en la realidad.
Si, viajo y río y amo.

El amor. Un sentimiento que fluye en mis venas pero que ha sido negado de por vida. ¿Quién en su sano juicio querría amarme así como soy? En mis sueños amo y soy amada. La fugacidad de un simple beso es para mi la felicidad en estado puro. Es el sentimiento que me hace temblar como una hoja al viento.

Recuerdo a los chicos que amé en la realidad, los compañeros de clase que eran los culpables de que día tras día asistiera con ilusión a las aulas solo por ver su cara. A otros no los conozco. Son caras borrosas a las que, mientras duermo, entrego todos mis sentimientos. Ese beso que en la vida real, la que se puede tocar, nunca tendrá lugar, se vuelve tan tangible y verdadero como las teclas que ahora estoy pulsando.

Y entonces despierto. Pero pasa un rato hasta que esa dulce sensación abandona mi cuerpo y mi alma. En ese momento, vuelvo a la cruda realidad. La de los deseos que nunca se cumplirán, la de los viajes que nunca haré, la de los labios que nunca besaré mientras me recorre un escalofrío. La de la voz que nunca me dirá "te quiero".