26 noviembre 2005

Día contra la violencia de género

MUJER EN EL SIGLO XXI
Ayer se celebró el Día mundial contra la violencia de género, un problema social al que, por desgracia, ya nos estamos acostumbrando y poco a poco se le da menos importancia, porque lo vemos como algo rutinario. Lo mismo ocurre con el terrorismo.
Al ponerme a escribir sobre este tema y buscar información, recordé el aterrador testimonio de una mujer palestina llamada Souad (aunque ese no es su verdadero nombre). Esta mujer nos contaba una historia trágica que parecía que había tenido lugar hace muchos siglos, por la barbarie que relataba. A Souad quisieron quemarla viva por quedarse embarazada fuera del matrimonio. Pero no solo eso, fue su propia familia, su propia madre quien encargó el asesinato. Souad era culpable de un crimen contra el honor.

Recordamos también el caso de las mujeres de la pequeña localidad mexicana de Ciudad Juárez. Desde hace más de diez años, el desierto de esa ciudad se llena de cadáveres de jóvenes que desaparecen mientras van a la escuela o al trabajo. Jóvenes de no más de veinte años de edad que salen de su casa un día y no saben si regresarán. Ya son miles las desaparecidas, pero las autoridades no ponen remedio. No hay vigilancia ni siquiera una investigación policial como es debido que aclare quién o quienes son los autores de tales desapariciones y asesinatos.

También podríamos recordar la situación de las mujeres de Afganistán. Obligadas a vivir como fantasmas bajo ese humillante burka y privadas de los derechos más elementales. O las mujeres como Safiya o Amina Lawal, cuyo crimen fue quedar embarazadas y que por ello la justicia las condena a muerte, y una muerte además extremadamente espantosa. Nada menos que morir lapidadas. El hombre que las deja embarazadas, por supuesto, no tiene nada que ver en el asunto. La culpa siempre es de ellas.

Pero no es necesario irse tan lejos. Aquí mismo, en España hemos recordado en una serie de actos a las mujeres maltratadas. Ya son casi sesenta las muertes producidas este año por la llamada “violencia de género”. Muertes que hubiesen podido evitarse con una ley más dura contra los maltratadores. Una ley que no ignore a las víctimas, que tienen que huir de sus hogares como fugitivas, como si fueran las culpables de su situación.

En pleno siglo XXI ser mujer en algunos países todavía resulta un delito. Se las degrada, se las humilla y se las priva de sus derechos como persona. Ser mujer en algunos lugares es una de las peores cosas que te pueden ocurrir.
Incluso en los países más “civilizados” los derechos de la mujer todavía están muy por detrás de los del hombre.
¿Cómo es posible que en estos tiempos de desarrollo todavía ocurran estas cosas? ¿Quién puede permitir que media humanidad sea más que la otra media?
Es inconcebible que a principios del tercer milenio una mujer deba contar su trágica historia por todo el mundo cubriendo su rostro con una máscara por miedo a ser reconocida por su propia familia y a la vez sus verdugos.

13 noviembre 2005

Una de moda

FIN DE SEMANA DE COMPRAS... O CÓMO VOLVERSE LOCA EN UNA TARDE
Con la llegada de estos fríos repentinos esta semana he tenido que abrigarme un poco, como es lógico, y buscando en mi armario me he dado cuenta de que la ropa que poseo ya la tengo más vista que el tebeo, vamos, que estoy hasta las narices de llevar siempre lo mismo. Y me digo a mi misma “pues no voy a llevar lo mismo que el año pasado… me tendré que comprar algunas cosillas. Este sábado me voy de tiendas”.
Error, gran error. Debo ser (siguiendo los tópicos) la única mujer del planeta que odia ir de tiendas. Nunca encuentro lo que busco: o lo que me gusta no está en mi talla 34-36 (sí señores, soy yo la que la usa), o no me gusta lo que veo, o es que la moda de hoy en día es simplemente una mierda. Porque vamos a ver, ¿quién demonios pensó que era buena idea hacer un abrigo de manga corta?
Totalmente verídico, lo vi en Pimkie, y aluciné.
También aluciné con una especie de chaquetita que te llega a la altura del sobaco y con capucha (¿¡), que la capucha era más larga que la propia chaqueta, y también otra cosa que simplemente no sé ni cómo se tenía que poner.

Yo no soy de las que se compran ropa cada dos por tres, me suele durar bastante y solo compro cuando de verdad la necesito. Es por eso que no estoy muy habituada a estos menesteres. Hay auténticas profesionales de las compras, solo hay que ir a una tienda de moda cualquiera y observar con que soltura rebuscan algunas entre los montones de las ofertas (dónde yo nunca encuentro nada, por cierto).

El caso es que fui a un centro comercial nuevo orientado hacia la juventud y la ropa moderna y chachi guay. Están todas las tiendas. Digamos que el centro comercial es como un donuts: es un círculo y en medio no está cubierto.
Lo que me llamó la atención ya desde el principio fueron esos cartelitos con las normas del centro que hay en la entrada: prohibido hacer fotos (ya ves tú, no sé que tiene de delictivo hacerse una foto en el centro comercial y más ahora que todos los móviles llevan cámara), prohibido comer (claro, comida de fuera, que para eso está el McDonalds, 'amos hombre!), prohibido entrar perros (no pone nada de gatos y otros animales, por lo que puedo entrar subida a un elefante si quiero, como Annibal, a lo grande siempre), y por último, prohibido entrar con el torso desnudo (No doy crédito. ¿Acaso esta gente se cree que vivimos dentro de "Pasión de gavilanes", donde lo que está prohibido es ponerse un jersey?). Ellos sabrán, pero yo nunca he visto por ahí a la gente con el torso desnudo... sino creo que me acordaría.

Bueno, a lo que iba. Empecé por la primera tienda según subes las escaleras y fui haciendo el recorrido hasta completar el círculo: que si Berska, Zara, Pimkie, Stradivarius… lo que os digo, todas, y me deprimí horriblemente.
Eso que dicen de que para la depresión lo mejor es ir de tiendas a mí me funciona: si quiero deprimirme voy de tiendas.
Y encima si vas con tu madre la cosa ya es el apoteosis. Vamos, la típica escena: Miro algunas prendas y saco una de la percha para verla mejor. A continuación miro a mi madre y según su cara ya sé qué opina. Pero aún así le pregunto:
- ¿Qué tal?
- ¿Y eso te gusta? Pues que quieres que te diga… allá tú.
Arrrrg!!!!

Al final me compré un pantalón y un sueter de cuello alto, pero muy a duras penas y tampoco es que me entusiasmen, pero los necesitaba y es lo que hay.
Mi idea era también comprarme una chaqueta o abrigo, pero lo dejaré para otro día. Me tomaré un par de tilas el próximo fin de semana y volveré a adentrarme en ese mundo inhóspito para mí llamado Centro comercial y de ocio. Eso sí, iré a otro y, si puede ser, sin mi madre.

02 noviembre 2005

Un poco de publi

Si lo dice George, tiene que ser bueno.